Caballero y Esaú cortan cinco orejas entre ambos y salieron a hombros del coso calagurritano. / Miguel Herreros
Tres años transitados por el desierto hasta que el toreo volvió a atravesar los muros de La Planilla. Y casi aterrizamos en su tendido al mismo tiempo en el que nos enteramos, y de sorpresa, que Morante de la Puebla toreará este miércoles sustituyendo a El Fandi. Un giro mayúsculo en la feria por el descomunal momento que atraviesa el torero sevillano, que está y se le espera con gozo, porque su toreo ahora es vida para el alma entre tanta negrura. El festejo de este domingo no resultó una tarde de salir toreando, tampoco se esperaba, sino más bien fue una tarde triunfal para seguir la fiesta después deshaciendo los pasos que nos habían guiado hasta el coso.
Después de torear y gustar con el capote Gonzalo Caballero en su primero, el tercero, brindó a todos muleta en mano y se fue a los terrenos de sol. Ahí estaban las peñas, que fueron las que volvieron más fuerte al tendido o esa sensación daba, por cómo cubrieron de blanco su cemento y se entregaron. Caballero se atornilló al piso e hincó el mentón al pecho. Con la figura firme, citó y se pasó cerquita al toro. Continuó en los medios ya toreando en redondo. Tuvo movilidad el animal y sin exigirle, Gonzalo pudo ligarle varias tandas por el derecho. Al natural se le quedaba más cortito y comenzó a reducir la marcha. Con el toro bajo de revoluciones en el tramo final, trató de aprovechar sus inercias y optó por circulares. Expuso una barbaridad, siempre, incluso libró de ser cogido. Cerró por manoletinas antes de echarse con la espada y clavar arriba. Paseó las dos orejas y puerta grande. Otra sumó del sexto. Se estaba poniendo el cielo bien negro y un rayo aviso peligro; y acto seguido comenzó a caer una tromba que nos hizo buscar cobijo. El toro arrancó tomando bien la muleta pero a medida que avanzó la faena se volvió más protestón y se paró. El público jaleaba su meritoria labor, pues no era fácil entenderse con él bajo la lluvia.
Dos orejas le cortó Esaú a su primero tras una faena en la que trató de acortar distancias con el toro, porque esa era la única vía con la que conseguía llegar al tendido. Al animal le faltó transmisión, fue desagradable y se quedaba corto en las embestidas. Brindó al público y se plantó en los mismos medios con la muleta. Citó y le cambió el viaje para que le pasase por la espalda. Logró uno, porque seguido se descompuso. No se hizo con él y optó por circulares y cercanías de mitad de faena en adelante. Solo quedó una aseada tanda al natural que tuvo continuidad. La estocada sí que fue realmente buena y cortó el doble trofeo. Muy justito de fuerza el quinto, que sin entrega acudía a la muleta. Sin exigirle ni lo más mínimo, Esaú trató de buscarle las vueltas porque al toro le costaba un mundo tomar los engaños y más empujar las telas. Se paró y se desplomaron las opciones de que aquello remontase. Pese a ello, buscó siempre la complicidad con el tendido festivo y le premiaron con una incomprensible oreja.
Plaza de toros de Calahorra. 1ª de feria. Media plaza.
Toros Se lidiaron toros de Los Derramaderos, desiguales de presentación y juego. 1º, sin celo y parado; el 2º, deslucido y protestón; el 3º, noble y con movilidad; el 4º, muy a menos; el 5º, sin entrega y justo de fuerza; y el 6º, protestón.
Sergio Domínguez. De gris. Pinchazo, medio rejón (oreja); cinco pinchazos, rejón, descabello (vuelta al ruedo).
Esaú Fernández. De azul pavo y oro. Estocada (dos orejas); estocada baja (oreja).
Gonzalo Caballero. De Gris y oro. Estocada (dos orejas); estocada, descabello (oreja).
Abrió plaza el rejoneador calagurritano con un toro que buscó en todo momento cobijo en tablas y pasó de todo. Literal. Ni se empleó ni pudo Sergio Domínguez encelarlo para que persiguiera la montura. Se hizo con una oreja a base de llegar a sus paisanos con recursos y pasajes de alta escuela sobre las monturas. La expresión con el caballo hace mucho y ahí brilló el jinete. Lo más destacado de su paso por Calahorra tuvo lugar en el cuarto, al que sí que logró torear con más reunión delante de la cara del toro. La pena fue que se atragantó con el rejón de muerte y se diluyó la faena quedando en una vuelta al ruedo como reconocimiento. No logró marcharse a hombros con Caballero y Esaú. La tarde, sin quererlo, se convirtió en la antesala de la vuelta de Morante 20 años después.